jueves, agosto 18, 2005

Una observación...

... a la que no sé si puede dársele carácter de ley general, aunque sí que es frecuente, al menos para mí, al menos en mi propia escritura y en la de mis talleristas: lo mejor nunca es lo más característico. Es decir: el mejor cuento, poema, lo que fuera, de un autor, no se parece mucho a su producción habitual. Si alguien suele ser gracioso, su mejor obra es seria. Si alguien tiene inquietudes sociales, su mejor obra carece de ellas. Si alguien parece simple su mejor obra es compleja. Podría abundar en ejemplos como éstos. Y -reitero- debería investigar mucho más como para siquiera darle el carácter de cosa general. Sin embargo, la frecuencia de la observación me ha estimulado a pensar, y he llegado a la siguiente conclusión (parcial y muy provisoria): es lógico que la mejor obra de un autor no se parezca totalmente al resto de su producción, ya que, justamente, se destaca por aquello que la diferencia, es decir, por aquella dimensión, nueva para ese autor, que apareció en ese texto. Hipotetizo entonces que el autor logró conectarse -vaya uno a saber cómo- con una dimensión psíquica que habitualmente permanece intocada durante su escritura. Y ese dimensión completa a aquellas otras que sí son habituales. No sé si es LA explicación, pero parece bastante buena.

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