... a escribir un relato cuya frase inicial será:
El tapón del pomo de pasta de dientes estaba tan firmemente enroscado que, esa mañana, al intentar abrirlo, casi se rompió una uña.
miércoles, febrero 08, 2006
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6 comentarios:
El tapón del pomo de pasta de dientes estaba tan firmemente enroscado que, esa mañana, al intentar abrirlo, casi se rompió una uña. No le sorprendió, había pasado una noche de pesadilla,y al parecer estaba destinado a continuar la pesadilla despierto. Se había levantado a las cinco de la mañana, algo inusual en él.
Algo le había despertado, no fue la pesadilla en sí, fue más bien un ruido sordo...Se levantó sudando, y decidió pegarse una ducha y dar un paseo. Hacía tiempo que no lo hacía, desde que se había hecho viejo. Antes lo hacía constantemente, le gustaba pasear por las calles desiertas, sin nadie alrededor, y disfrutar de la belleza muda que ofrecen las calles a la luz de la luna.
Cuando cerró la puerta creyó oir un suspiro, pero al encender nuevamente la luz y mirar alrededor, no vió a nadie y cerró la puerta. Bajó las escaleras y un soplo de aire gélido le azotó en la cara, buena noche para pasear...
Cuando salía a dar un paseo nunca seguía una ruta establecida, más bien se dejaba guíar por la curiosidad, y así descubría la ciudad, al antojo de sus pasos.
Vió el puente, bajo la bruma de la noche, le invitaba a cruzarlo...
Y entonces lo volvió a notar, una sombra, una presencia...giró rápidamente sobre sus talones, y esta vez sí lo vió. Era una sombra negra vestida de ángel, una presencia maldita con ojos de bestia, unos brazos extendidos hacia él, era la muerte...
Y entonces despertó.
El tapón del pomo de pasta de dientes estaba tan firmemente enroscado que, esa mañana, al intentar abrirlo, casi se rompió una uña. Miró sus dedos, estaban amoratados, intentó otra vez con mas fuerza, y una chorrito de sangre salió disparado desde la uña.
Aturdido se sentó sobre el inodoro, miró la uña. La sangre salía con fuerza de la punta del dedo buscó desesperado una curita, no lo encontró, utilizó un poco de papel, pero pronto el papel se llenó de sangre.
Alguna vez, cuando era chico, había escuchado que para detener las hemorragias se debía hacer un torniquete en la parte superior a la herida. Buscó entonces con desesperación algún hilo entre las cosas del baño, pero no lo encontró, eso lo desanimó. En el piso el charco de sangre seguía creciendo. Con su mano derecha tomó un trapo de piso y empezó a limpiar el charco de sangre, con una mano limpiaba y de la otra salía más sangre. Al rato se cansó y desistió, se sentó en el suelo del baño y se miró el dedo, aún salía sangre aunque en menos cantidad.
Al principio este hecho significó un alivio para su mente, pues no dudó que la hemorragia se estaba controlando, pero un minuto después otra idea le saltó en la mente. ¿Y si se estuviera quedando sin sangre? Esa probabilidad lo atormentó, miró con angustia su dedo y la pequeña herida que no paraba de sangrar. Quiso presionar con los dedos de la otra mano la pequeña herida, pero no pudo, la herida estaba debajo de la uña.
Suspiró se acurrucó en la baldosa fría del baño y meditó por unos segundos mientras las gotas seguían cayendo. Miró su dedo y se lo llevó a la boca, tantas veces había realizado ese procedimiento, porqué sabía qué, después de un poco de saliva la sangre siempre empieza a coagular. Se chupó el dedo, le pasó la lengua, pero la sangre no paraba. De repente se levantó escupió una gran cantidad de sangre y frunció el ceño. Empezó a llenar la pileta con agua caliente, muy caliente. Y metió el dedo lastimado. El agua le quemaba sin duda, sus gestos eran bastante desagradables. Sacó el dedo con fuerza del agua, tanta brusco fue ese movimiento que golpeó al espejo que se quebró en muchos pedazos. Se asustó y se tiró para atrás.
Del brazo le empezaron a salir dos chorritos de sangre, uno salpicaba contra la camisa blanca y el otro caía en la bañera. Miró pasmado las dos heridas del brazo. Se puso a llorar. Movió los brazos en su desesperación por para la sangre, pero la sangra salió aun con mas fuerza, si esto era posible. Se detuvo, miró a su alrededor las paredes se habían llenado de largas gotas rojas. No pudo más abrió la puerta del baño y salió corriendo. Las paredes blancas de su departamento pronto se llenaron de gotas rojas, algunas pequeñas otras grandes. Tomó el picaporte y quiso abrir su puerta, pero no pudo, movió, tiró, empujó y la puerta no se movió. La sangre no dejaba de salir un charco enorme se creó a su pies. En su angustia se acuclilló y empezó a llorar. La sangré no se detuvo, salió por debajo de la puerta y fue avanzando por el pasillo largo, llegó a las escaleras y se escurrió por los escalones de mármol, en menos de cinco minutos llegó a la planta baja y ahí la vio el portero.
El portero tomó la escoba y subió siguiendo la sangre, y la siguió hasta que la encontró saliendo del 3 B. Golpeó la puerta. Nadie contestó. Golpeó con mas fuerza. No se oyó nada. La sangre seguía saliendo por debajo de la puerta. El portero se fue y volvió con un hacha enorme de esas que usan los bomberos para su trabajo. Bastó tres golpes para que derribara la puerta. Ahí lo encontró. Tirado, inconsciente, y con grandes chorritos de sangre que salían de su cuerpo, Como pudo el portero lo levantó y lo llevó a su cama. En la cama no pudo estar mucho tiempo ya que esta se llenó de sangre. Aturdido el portero llamó a los médicos. Los médicos vinieron, pero nada pudieron hacer. Al rato llegó doña Julia quien miró al desangrado con piedad. Salió de la habitación y fue hasta el baño, no prestó atención a la sangre. Buscó hasta que encontró, salió del baño y volvió presurosa hasta la habitación. Ahí quitó el tapón de la pasta de dientes y extrayendo un poquito de esta, la colocó sobre la uña que goteaba. Al momento la uña detuvo su sangrado. Realizó la misma operación con las demás heridas y todas dejaron de sangrar. La vieja sonrió, no dijo nada y se fue.
Yo soy como la justicia:tardo pero llego. Ya les llegará mi comentario, quizás no hoy ni mañana ni en una semana, pero les llegará. Eso lo aseguro. No prometo rapidez; sí interés.
Saludos.
Interesante el giro que ha dado tu relato, me ha gustado mucho mafi
Generalmente desistía; en el futuro no haría una excepción.
El tapón del pomo de pasta de dientes estaba tan firmemente enroscado que, esa mañana, al intentar abrirlo, casi se rompió una uña. Instintivamente, se chupó su dedo pulgar y recordó, de forma inmediata, una pesadilla donde se limpiaba la boca con sangre espumosa. Tomó el teléfono y esperó. Luego de escuchar la voz en la contestadora, susurrando, dijo: "Quiero una nueva cita con usted. Doctora... Ya ni siquiera puedo lavarme los dientes."
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