lunes, mayo 02, 2005

El maestro Mario Levrero (detesto llamarle "maestro"...

...; él era mucho más y mucho menos que eso) solía decir, con insólita razón, que para corregir siempre había tiempo. Que primero uno debía crear y luego -quizás bastante luego- dedicarse a corregir. Afirmaba que eran dos procesos muy diferentes, que requerían de una nítida separación en etapas. Digo que la razón que tenía era insólita, porque parece tan simple y obvia que uno se sorprende por no haber oído esa afirmación mucho antes, en labios de mucha gente. Y sin embargo, una y otra vez, compruebo que más bien se oye todo lo contrario, de muchos, de demasiados labios.

No hay comentarios.: